Laudencio García Martín

Reseña personal, profesional, social, pública y humana

  1. Laudencio como persona

Laudencio recaló en Gran Canaria, más concretamente en el municipio de San Bartolomé de Tirajana, el año 87 y estuvo desarrollando su vida y su compromiso con nuestra gente hasta aquel año fatídico de 2008. Sandra, profesora con él durante muchos años, lo expresa así: “Él decide venir a Gran Canaria. No sé por qué motivo salió de Ciudad Real, pero sí, que lo decidió él.”

“Como buen manchego era una persona muy peculiar. Era más seco con los conocidos que con el resto” De entrada, parecía una persona bastante seca, inaccesible y, en el plano corto, era todo lo contrario. “Sí, esa es una descripción bastante allegada a su persona. Él, cuando veías a la persona, por su forma física y demás, veías que era una persona recta y exigente. Cuando entablas una conversación con una persona, hasta que no llevas un rato con él, no detectas por donde vas y muchas veces pues parecía que era una persona más exigente y tal, pero después, a la hora de la verdad, era una persona que siempre te daba la mano y que intentaba ayudar en lo posible.”

Amigo de sus amigos para lo que hiciera falta. Así lo recuerda Sandra: “Para mí, aparte de que era el marido de mi mejor amiga, Lucre, como amigo era una persona que siempre estaba ahí. No lo notas, pero siempre está ahí y, si tenías un problema, él te lo iba a resolver, él te lo iba a solucionar, si se lo compartías claro.

Además, después siempre sabía estar en un segundo lugar, nunca estaba buscando protagonismo. La gente yo creo que pensaba que sí y la verdad es que Laudencio era una persona muy humilde, mucho, mucho…muy humilde, nunca tuvo afán de protagonismo.”

Incluso algunos estaban tentados de encuadrarlo en lo que entonces se tipificaba como “godo”. Julio nos comenta: “No, no…algunos decían que si era “un godo de mierda” y tú decías “será tu opinión, pero moléstate en conocerlo…” A nivel de trabajo no había ninguna tacha que ponerle. A nivel de carácter, quien no se molestaba en conocerlo sí que lo veía así y decían…” qué tío más antipático, godo tenía que ser…” No es así, él es así porque es el responsable el que tiene que dar la cara. Benjamín nos lo define así “Laudencio fue un godo que terminó siendo canario”. Y Pepe Honorio lo ratifica: “Sí, sí…Él era un canario en todos los sentidos. Él incluso conocía a gente que ni nosotros. Si tú ibas a Gáldar te decía que pasaras por tal o cual sitio y conocía más que uno…Pero todo, aparte de los bares, conocía la Cueva Pintada cuando todavía nadie la conocía…Para todos los rollos estos, era muy bueno.” Y Sandra, que lo trató muy de cerca, nos lo comenta así: “Sí, aunque él nunca cogió el acento, nunca, porque siguió peninsular hasta el final. Sí, y además porque se enamoró de una canaria y sus hijos eran canarios, nacieron aquí.      Laudencio trabajando con profesores, estando con sus amigos, ejecutando alguna acción.

Laudencio se mimetizó progresivamente con nuestra gente y con nuestra tierra. Y, como una persona normal y corriente disfrutaba de la vida con sus amigos. Julio César lo vivió así: “Y luego, en el otro lado del muro, también estuve. Si había que ir a alguna romería se iba, y disfrutamos unas cuentas. Además, él con un par de copillas era muy gracioso, porque sabía estar, sabía hacer bromas y había que cogerle el puntillo porque a veces se ponía faltón en tonterías.”

“Acabo de recordar ahora otra circunstancia. Era la época de Carnavales y yo no sé por qué…creo que fui a la farmacia que está en la Avenida de Tirajana y veo a Laudencio por la mañana caminando por ahí abajo con una cara de resacado tremenda y le dije “¿para dónde vas?” y me dijo “a buscar el coche” y le pregunté “¿pero ¿dónde lo dejaste?” y me respondió “no sé…” Después fui con él por el Yumbo hacia abajo y lo encontramos. Así que fíjate lo correcto que era, que, si él se había tomado una cerveza, ni cogía el coche.”

Su compromiso personal fue incluso más allá de los límites normales. Algunas de las personas entrevistadas afirmaban que “Laudencio hipotecó su vida por los demás”. Así lo comenta Julio César: De hecho, toda la implicación que tenía es verdad, Sandra lo comentaba…Hipotecó su vida, sí claro…y si aún estuviese vivo seguiría Laudencio ahí dale que te pego, no sé en qué campo.         

En la vida personal de Laudencio jugó un papel fundamental su mujer Lucrecia. Así nos lo confirman con total rotundidad las personas más cercanas a ella.

 Aunque, para muchos, Lucre pasó bastante desapercibida: “Esa es la pena que tengo. No sé cómo decírtelo. Lucre ha pasado como no sé…desapercibida…Laudencio era la imagen. Dicen que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, con eso te lo resumo todo.”

  1. Laudencio como enseñante

Sandra recuerda sus comienzos: “De hecho, no paró primero en el Oasis. Paró primero en el Maspalomas 3, en el Marcial Franco. Allí estuvo 1 año. Yo conocí a Laudencio en el colegio Oasis    Foto del Maspalomas 3

Fue a partir de 1991 cuando Laudencio recaló en El Tablero. Pepe Honorio lo recuerda así: “Él estaba en Maspalomas y después vino al Tablero y estuvo junto con Marcial en el colegio y cuando Marcial se fue a la política él se quedó como director. Además, Marcial lo quería también.”

Es en el colegio Pepe Monagas donde Laudencio desarrolló intensamente su labor, entre 1991 y 2007, junto a un amplio grupo de profesores casi totalmente nuevos.  Así lo recuerda Benjamín: “Nosotros comenzamos a trabajar en el colegio del Tablero en el año 91, en septiembre fue el primer curso y llegamos una plantilla de casi veintitantos profesores porque del curso anterior solo quedaron tres profesores. Entre ellos vino su mujer, Lucre. El resto éramos nuevos y ahí empezamos una trayectoria de muchos años. Yo en concreto estuve veintitrés, pero Laudencio creo que estuvo diez y seis años.”  Foto del Colegio Pepe Monagas

A partir de aquí Laudencio desarrolló toda una labor como director del colegio Pepe Monagas a la que se dedicó en cuerpo y alma. Y uno de los aspectos a los que dedicó tiempo y esfuerzo es a crear un buen equipo de trabajo. Sandra lo expresaba así: “Yo creo que…y ahora venía caminando y venía viendo la calle, el cole…yo creo que la mejor época de mi vida y también personal fue la época del Pepe, porque, que tu equipo directivo sea como una familia…eso es impensable. Nunca. O sea, Benjamín, Agustín y Laudencio…es que éramos una familia. ¿Tú sabes lo que es la suerte esa, confiar plenamente en las personas que tienes al lado y aparte quererlas y apreciarlas? Y amor no quita conocimiento.    Foto de un grupo de profesores de esta época, de una reunión, etc.

Combinar la exigencia de seriedad en el trabajo, la confianza en los compañeros y compañeras del equipo, así como la delegación de responsabilidades fue algo que le distinguió mucho “El director era…aparte de tener esa mano izquierda a la hora de tratar algunos temas, siempre fue una persona exigente y recta. Siempre le gustó que se cumpliera con las normas. A él le gustaba que las cosas se hicieran como se tenían que hacer y, si coincidías con la buena línea, tenías un excelente amigo, estaba siempre empujando…Ahora, como fueras en contra de lo establecido y de las normas, él te exigía que volvieras otra vez al buen camino           Foto del área de dirección en el Colegio, de algún panel con las tareas a realizar, etc.

Pero todas las personas con las que hemos hablado de Laudencio y que le acompañaron en el Pepe Monagas valoran en él la capacidad de combinar con sencillez lo personal y lo profesional. “Cuando llegamos, nos comenta Sandra, Laudencio enseguida…yo es que a Laudencio lo veo como…para mí era un gestor. Me transmitía muchísima tranquilidad porque todo lo que decía…yo estaba segura de que era lo correcto. No sé por qué desde el principio a mí me transmitía eso. Yo era inexperta, yo era muy niña y el a mí me transmitía la seguridad que yo en ese momento no tenía. A todos los niveles

Laudencio, además, concebía la enseñanza como un todo en el que tenía cabido no sólo los contenidos propiamente escolares sino todo aquellos que afectaba a la vida del alumnado. Por eso se preocupaba mucho por las condiciones en las que vivían sus alumnos y sus familias. Por ejemplo, el transporte: ¿Iba a los lugares por donde pasaba el transporte? Benjamín nos lo ratifica: “Sí, él hasta se subía en la guagua e iba a ver cuál era el problema, por qué se quejaba aquel padre que decía “a mí no me para y al otro sí le para” …, y entonces él iba a ver la situación de los padres y qué conflictos había         Foto de Laudencio en tareas con las alumnas y alumnos o con los padres…

Laudencio se implicó e hizo participar mucho en la vida del colegio a los miembros del Consejo Escolar. Esto nos llega, de una parte, desde la experiencia del profesorado: “Yo, nos comenta Sandra, en el Consejo Escolar, los años que estuve, en aquella época creo que los padres, con Laudencio eran muy afines, mucho    Foto de alguna reunión del Consejo Escolar del Pepe Monagas

Y, de otra, desde la perspectiva de los padres: “Sí, sí, sí, nos dice Rosario Parrilla, siempre buscaba la participación, la complicidad…Él convencía, lo contrario de lo que dijo Unamuno “venceréis, pero no convenceréis”. Él no, él convencía. Él exponía lo que quería hacer, lo que pretendía, y buscaba aliados e incluso otras opiniones. Una vez llegado a un consenso, a por ello. Y era incansable.

Y lo confirma con rotundidad Pepa Franco: “Contaba con todos para tomar decisiones, nos llamaba, a lo mejor se quedaba alguna cosa o tenía alguna cosa que no le daba tiempo de hacer la reunión del consejo y nos llamaba fuera del horario escolar para que si podíamos ir que teníamos que tratar un tema urgente o cualquier cosa y nos pedía si podíamos vernos para buscar soluciones.”

  1. Construcción del nuevo colegio: el CEIP EL TABLERO

Como ha comentado extensamente Agustín Rodríguez, Laudencio, todo el equipo de profesores con el que trabajaba y los miembros del Consejo Escolar vivían en propia carne el crecimiento imparable de El Tablero: “La zona estaba creciendo: Calderín, La Data, Sonneland, El Salobre, Meloneras, Pasito Blanco, Lomo Gordo, Lomo Perera, Lomos de Pedro Afonso, etc. Al ser centros muy numerosos también había muchos problemas: transporte de los niños, por ejemplo. Las aceras del Colegio eran como la Alameda de Colón. Entre los años 91 y 2000 se dio un crecimiento fuerte del CEIP Pepe Monagas debido al crecimiento de la población.”

Y Laudencio, conjuntamente con el Claustro y el Consejo Escolar, se ponen mano a la obra para buscar una solución. Así lo vivió Benjamín: “Nosotros vimos una necesidad. Él era la cabeza visible del Consejo Escolar y apoyado por todos nosotros, por padres, profesores e incluso por los alumnos que tenían presencia allí. El problema es que el colegio se iba haciendo pequeño, El Tablero crecía y crecía con viviendas, viviendas sociales que se hicieron, vinieron del Matorral y de otros sitios y, al crecer el pueblo, nos dimos cuenta de que nos quedábamos pequeños y llegado el momento tuvimos que coger un aula en la Escuela de Idiomas el primer año, al segundo año dos, hubo un momento en que cogimos tres y en ese proceso se estaba gestionando todo lo que era el aumento del aulario del Pepe Monagas, que así fue como se gestionó, era una ampliación de las aulas del Pepe Monagas       

Uno de sus alumnos extiende ese reconocimiento a todo su equipo: “A la de Laudencio y a la de su equipo directivo. Yo creo que también hay que poner en valor a la gente que le acompañaba: Julio, Sandra, Agustín, Benjamín…estos son los que recuerdo porque son los que más tengo presentes, pero a todo su equipo directivo, que estaban en un colegio con una cierta edad, que ya se hacía pequeño. Recuerdo el movimiento reivindicativo de las torres que exponía que no podemos seguir aumentando la población si no aumentamos los recursos que están sobrecargados, infravalorados…Fruto de eso fue ese movimiento y él fue digamos el germen del inicio de ese centro, que hoy está al lado y ha tomado el modelo referente del Pepe Monagas.”

Y, finalmente, como nos recuerda Agustín, “en el curso 2006 – 2007 comienza el CEIP El Tablero. Laudencio es la persona que mete más caña para conseguir el suelo (por el aumento de población) y su conocimiento de cómo estaba calificado el suelo y su uso.

Y ese empeño en conseguir este objetivo lo vivió dejando atrás mucho de su vida personal, como como comenta Sandra: “Te voy a poner un ejemplo para que así te hagas una idea y eso sí, espero que Laudencio me perdone por contar esto…Su mujer estaba para dar a luz y él estaba en un Consejo Escolar, y eso no se lo perdonaba la mujer, porque él, hasta que no terminó el Consejo Escolar, no fue corriendo al Materno. ¡Es que era para matarlo! Se metía tanto…Yo me acuerdo de que yo miraba a Laudencio y le decía “pero ¿qué haces aquí? Si es que tu mujer ya hace dos horas que…” y él me miraba como nervioso porque quería estar en todos sitios e intentó acelerar un poco la reunión diciendo “señores, me tengo que ir…” pero es que no dijo en ningún momento “que es que mi mujer va a dar a luz…” y fue así, literal, en un Consejo Escolar y su mujer con dolores en el Materno. Para que intenten comprender como era él, increíble.”

  1. Laudencio, ciudadano comprometido

Laudencio también supo combinar su tarea como educador con su compromiso en la resolución de los problemas colectivos. Eran años difíciles y llenos de dificultades de todo tipo, como nos cuenta Agustín Rodríguez: “Fueron años de crecimiento: había un número considerable de población extranjera. Problemas de identidad inherentes a este hecho: personas mayores que se sientan en las aceras y comienzan a ver pasar a gente que no conocen… Llegan, pero no acaban de integrarse…Desde los centros de enseñanza también se percibe esto.

Era una cosa increíble. En aquella época, en El tablero había muchísimos aparceros, con una condición económica media-baja. Laudencio sabía adaptarse al tipo de padre con el que tenía que lidiar. Había padres analfabetos, que no podían expresarse muy bien, otros que eran como muy impulsivos. Y él esa paz que tenía la sabía transmitir y la hacía llegar al que era médico y arquitecto y al que era aparcero, lo que fuera, da igual…Laudencio sabía llegar. No sé cómo lo hacía, pero al final el padre que entraba echando chispas o el alumno que entraba echando chispas, salían con la cabeza baja y convencidos. Unos arrepentidos y el que no, convencido. Es que lo hacía genial.

Eva, que conoce bien El Tablero por sus muchos años de trabajo como animadora sociocultural, reafirma la implicación de Laudencio a todos los niveles: “La verdad es que sí, en esa etapa los pocos profesores que llegan a un barrio, es profesor de un barrio y se implica en la vida de un barrio, tanto a nivel social, nivel político, nivel cultural…Hay que destacar de Laudencio su gran implicación por los problemas del barrio, por la educación en la que él desempeñaba su labor y también lo vivió a nivel político.”

Como no podía ser de otra forma, Laudencio participó también en uno de los ámbitos de reunión y de participación de la gente del Tablero: el fútbol. Como nos dicen Agustín y Sandra: “Participó en el Club El Tablero”. “Por supuesto. Hasta el punto de que se implicó hasta en el fútbol. Muchas veces pues un poco para reconducir la conducta de los alumnos que iban a jugar al fútbol o a entrenar, para que luego se vieran sus resultados, que su relación con el deporte se viera después en la clase también”

Una de las acciones que las personas con las que hemos hablado recuerdan mucho fue el proceso de lucha contra el propósito de construir LAS TORRES a la entrada de El Tablero. Así nos lo cuenta Agustín Rodríguez: “Laudencio lideró también el proceso (año 2005) ciudadano contra la construcción de varias torres de 7-8 plantas al lado de la autovía: zona residencial, tapón visual del Tablero…Participó como persona afectada y se creó una plataforma ciudadana. Sí, él siempre estuvo comprometido. Cuando empezó el tema de las torres que querían hacer al lado de la autopista, él fue uno de los que estuvo en cabeza con esa historia, intentando reconducir eso…y con una gasolinera que querían hacer justo en el solar que está en frente del centro comercial; una gasolinera al lado de un colegio…con la peligrosidad que eso requiere por lo que manipula ese sitio y los gases que está desprendiendo eso continuamente y que lo iban a respirar los chiquillos. Estuvo bastante comprometido con ese proyecto urbanístico y estuvo luchando para que eso se cambiara.”

Y lo de las torres, esa lucha fue incansable. Movilizó a todo e pueblo. Donde está ahora el centro comercial, incluso más pegado al colegio, querían hacer una gasolinera, estaba ya el proyecto y en frente del lateral del Pepe Monagas iban a ir 8 torres de 10 pisos cada uno y cuatro manos en cada piso. A un pueblo tan pequeño como El Tablero, con esas torres, se le duplicaba la población, con las plazas justas en los colegios, con las infraestructuras que tiene el pueblo, …es que es eso, tú puedes meter esa cantidad de población en un sitio que esté preparado para eso y El Tablero no lo estaba, y sigue sin estarlo. Hoy en día si lo quisieran hacer, sigue sin estar preparado.

Y luchó tanto, con toda la gente de La Plataforma, que al final se cambió todo, como nos recordó Pepe Honorio: “Sí, sí…El plan se modificó un poco y al final la gasolinera fue a parar más allá y de las torres nunca más supimos.

  1. Laudencio como concejal

Laudencio, en su proceso de compromiso con los problemas de las personas con las que convivió, como hemos señalado, dio un paso más: se involucró en ese otro nivel comunitario que es el compromiso público como concejal.

Y, a pesar de sentirlo, el apoyo fue total porque lo conocían bien y tenían plena confianza en él. Así lo dice rotundamente Sandra: “A mí la política no me gusta, pero cuando me enteré que iba él dije “a muerte”. Sabía que no iba a tener ningún interés personal de ninguna clase. Yo confiaba plenamente en él.”

Así Pepa Franco nos lo dibuja así: “Si. Lo recuerdo como una ardilla, estaba siempre moviéndose para acá para allá, para arriba para abajo, siempre, que es lo que hacía siempre cuando estaba en el colegio o en el barrio. Yo cuando me dijo que se iba a presentar a las elecciones, le dije., ¿Laudencio, tú sabes lo que vas a hacer? Y me dice., me han embarcado y le dije, pues yo creo que no va a haber un concejal que se mueva tanto como te vas a mover tú, porque si lo haces igual en el ayuntamiento como lo has hecho a nivel escolar como a nivel social…Laudencio ¿tú tienes tiempo para tu casa? dice, Lucre me va a matar, Lucre un día me mata.    

Y Eva lo recuerda así: “Sí, indudablemente. Hay parte de él que yo no conocía muy bien, pero cuando entró de concejal lo recuerdo como un hombre con implicación, con compromiso, con una visión de la construcción de un barrio para todos.”

Y una descripción sencilla y certera de Laudencio como persona y como concejal nos la hace, con calidez, Jorge Borges: “Bueno yo compatibilizando o compaginando las tres etapas diferentes en que le conocí, digamos como director, luego como activista y luego ya como político o compañero de trabajo, para mi es una persona que era integra, en el sentido de muy recto, muy respetuoso, alguien con quien se podía hablar y a quien tú le podías plantear lo que quisieras que él no te iba a poner mala cara mientras tú lo decías. Después él lo procesaba y te daba su opinión     

Fue, pues, eso: una persona muy integra, muy recta y con mucho conocimiento de lo que hacía. Laudencio fue un político de los que ahora mismo no te los encuentras tan fácilmente. Y no me refiero a la chaqueta y la corbata, me refiero al don de gentes, al saber estar, saber escuchar y saber actuar. Hubo gente como él en anteriores etapas, pero ahora ya no se ven. Por ello no me extraña que estuviera propuesto para encabezar la lista de las siguientes elecciones.”

  1. Laudencio: su último viaje

El accidente aéreo JK5022 fue el 20 de agosto de 2008. Fallecieron 154 personas y sobrevivieron 18. Entre éstos últimos no se encontraba, desgraciadamente, Laudencio y su familia.

Para Eva fue un hecho muy impactante y, a la vez, doloroso y trágico: Mira…hay fechas que te marcan de por vida. Yo siempre recordaré que era un sábado, que yo estaba trabajando en el mercadillo y oí decir “chacha, hubo un accidente de avión en Madrid”. Llegué al mediodía a casa y vi las noticias, y recuerdo que las primeras noticias decían que había unos cuatro fallecidos y pensé que no había sido tan grave…Al rato, 24 personas, y así iban subiendo paulatinamente las víctimas y ya empecé a preocuparme porque, si venía a Canarias algún canario, se habría quedado en el camino. Ya a las dos de la tarde me llamó Jorge, un compañero, y me dice “Eva, que le dijeron a Mari Pino que Laudencio venía en el avión con su familia” …Ahí ya se me cayó el mundo. Pendiente todo el día de si era verdad que venía, de las noticias, pendiente de si venía entre las víctimas. Así viví ese día. Muy trágico.”

Y también fue una conmoción para todo el barrio y para todo el municipio. Así nos lo contaba Benjamín: Eso fue general. Fue para el país, para las islas, para la comunidad autónoma, para San Bartolomé y ya no te digo nada para la comunidad del Tablero, pues era conocido yo creo que por todos. Y lo del pabellón ya fue muy fuerte, muy fuerte…Sí, ahí estuvo el barrio prácticamente porque él tenía relación con todo el mundo, tenía amistades con la gente del fútbol, se llevaba muy bien con el peluquero, con todos…Él no tenía problemas con nadie y …de todas formas la muerte traumática de la familia, hasta al peor enemigo le ablanda el corazón.

Ya cuando, cuando los trajeron, yo no podía salir del pabellón, yo no podía salir del pabellón. Fue muy raro, primero no podía entrar, mi hija me decía: vamos mama, primero no podía entrar porque era algo que tenía en mí que no podía, al final entré ya cuando estaba dentro pues no podía salir. Si, sin duda. Es que no se puede decir algo mal porque nada más con la cantidad de gente que agolpó aquel pabellón y aquel entierro, ya eso lo decía todo. Con eso…(silencio)…con eso, ya…(silencio)…la verdad es algo que todavía lo, lo recuerdo y…me duele tanto, de verdad.”

Su ejemplo de vida quedó en el alma y en la memoria de los que caminaron con él y así permanece vivo para siempre. Clara nos lo recuerda así: Me acordé de Laudencio porque, esto no lo he contado, en el año 97 por ahí murió una compañera que se llamaba Pilar, no sé si lo recuerdan. Fue un golpe muy fuerte, y pensamos y ahora qué hacemos, qué le decimos a los niños…Y Laudencio me dijo “Sandra, normalidad. Hay que transmitir normalidad, hay que transmitir serenidad. Entra en clase y transmite serenidad, Sandra”. Y entonces eso fue lo que hice cuando entré a la clase de los alumnos de Lucre, lo que me había dicho su marido 15 años antes…

  1. A modo de epílogo

Por todo ello la Asociación TIRAHANAC propuso a toda la comunidad de El Tablero que se uniera para conseguir que, de ninguna manera, su testimonio de entrega y de servicio se quedara en el olvido, sino que, por el contrario, lográramos entre todos que permaneciera siempre entre nosotros.

Convencidos y animados por el gran apoyo que esta iniciativa suscitó entre las vecinas y vecinos de El Tablero, entre el profesorado que trabajó con él y con su mujer, entre los que lucharon por mejorar las condiciones de vida y de trabajo y entre sus compañeros en la Corporación Municipal, planteamos diferentes formas para mantener viva su memoria.

Una de ellas nace de la preocupación que Laudencio siempre tuvo y por la que entregó muchos años de su vida como fue la cultura como alma de la identidad de nuestro pueblo. En este sentido sería de justicia que una de las aulas del Centro Cultural El Tablero pudiera llevar su nombre y establecer en ella, de forma periódica, la organización de cursos, talleres, exposiciones, etc. en los que la comunidad fuera avanzando y profundizando en su historia, en sus relaciones, en sus proyectos y en sus aspiraciones, como quería Laudencio.

Es así como, impulsada por la concejalía de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, encabezada por la concejala Doña Elena Espino Santana, se ha puesto su nombre a una de estas aulas, inaugurada con fecha____________________________       

Documental – Semblanza